Usted estaba en tránsito de un lugar siempre desconocido, en la ciudad más grande del planeta, hablando –tal vez- desde un teléfono público; nosotros, permanecíamos inamovibles en un pueblo del semi desierto chihuahuense: Mina, Nuevo León, hablando desde un teléfono satelital Thuraya porque el Iridium estaba fallando (así nomás, humildemente).
“Demasiada estática mágico religiosa” pensamos los dos al mismo tiempo y nos quedamos en silencio, atravesados por esa larga distancia que habita las ciudades.
Dos días después volvimos a cruzar algunas palabras, también en
“Demasiada estática mágico religiosa” pensamos otra vez los dos y nos quedamos en La Zona del Silencio, atravezados por esa larga distancia que palpita en el invierno del hemisferio norte.
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