terça-feira, dezembro 18, 2007

Dos noches en La Tierra

Estábamos hablando por teléfono de un lado al otro lado del mundo y de prontó se cortó la señal, una vez, dos veces, tres veces...

Usted estaba en tránsito de un lugar siempre desconocido, en la ciudad más grande del planeta, hablando –tal vez- desde un teléfono público; nosotros, permanecíamos inamovibles en un pueblo del semi desierto chihuahuense: Mina, Nuevo León, hablando desde un teléfono satelital Thuraya porque el Iridium estaba fallando (así nomás, humildemente).

“Demasiada estática mágico religiosa” pensamos los dos al mismo tiempo y nos quedamos en silencio, atravesados por esa larga distancia que habita las ciudades.

Dos días después volvimos a cruzar algunas palabras, también en la noche. La línea telefónica de casa estaba caída, intervenida o pirateada: no entraba ni salía ningún mensaje. Sólo pudimos hablar dos minutos hasta que la falta de tiempo-aire nos volvió a separar; usted alcanzó a decir que iba para su pueblo con su gente y que tal vez viniera en enero.

“Demasiada estática mágico religiosa” pensamos otra vez los dos y nos quedamos en La Zona del Silencio, atravezados por esa larga distancia que palpita en el invierno del hemisferio norte.

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