Papá en ese entonces vendía artesanía de Hualahuises auténtica y artesanía pirata del mismo pueblo en un tramo de la carretera a Monclova conocido como El Almirante.
A la tía “Candidata” –como la nombrábamos en ausencia- le llegó el chisme de que alguien lo había visto ofreciendo sus artificios de ilusión a los viajeros; por eso cuando iba en tránsito intentaba divisarlo, aunque ninguno de los dos podía verse de verdad o hablarse de cerca ¡ni en pintura! (rupestre, claro). Ambos eran orgullosos y vengativos, como buenos nativos del Khurdizthan Iraní.
La tía murió y no sabemos si alcanzó a ver a papá en esos recorridos pero, ahora que estamos trabajando en pueblos del Norte, en las inmediaciones de Hidalgo y en Hidalgo mismo la recuerdo mucho. La traigo presente (entre ceja y ceja) desde el día primero de noviembre que entrevistamos a una señora con el mismo acento y el mismo sistema de gestos. Platicamos con esta mujer en un pueblo vecino llamado Abasolo y cuando le expresé que su acento me recordaba a una tía de Hidalgo, ella respondió rápido, riendo: “es que yo vivo en Abasolo pero es como si fuera de Hidalgo porque allí pasé muchos años”.
Ahora escribo estas notas a las puertas de la iglesia de nuestra señora del pueblito, patrona de Hidalgo. Sólo en este pueblo pudieron haber sido escritas.
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