quarta-feira, dezembro 31, 2008

Crónicas de viaje. Tierra de las montañas azules y koloradas. Afroaridoamérika. 29-XII-08

Viajamos de Monterrey a Parral, la capital del mundo y próximo puerto marítimo aeroespacial; del archipiélago metropolitano de Monterrey a Chihuahua, lo que la literatura básica de las islas denomina territorio continental.
Dormimos a intervalos y en el entresueño recorremos la comarca lagunera en un tiempo y tono crepuscular. Son poco después de las 12:00 de la noche y hay mucha gente en las calles, especialmente niños, adolescentes y jóvenes.
Le comentamos a Nydia que siempre que pasamos por esta región cerca de medianoche hay mucha actividad a horas que, en nuestra tierra, la gente duerme. Observación que ella corrobora. Luego el autobús se detiene en una central camionera y bajamos a estirar las piernas y comprar alguna chuchería.
Cuando despertamos vamos entrando a la central de Gómez Palacios, Durango y bajamos a estirar las piernas.

quarta-feira, dezembro 03, 2008

Nuevas colonias. La última frontera. Houston-Baikonur (Texas Khazajastha), Diciembre 2008.

"Con mucho gusto.
Bueno, efectivamente, ya diversas acciones del Gobierno del Estado se han ido encaminando hacia el desarrollo de la industria aeroespacial (...)
El día de hoy el señor Gobernador instala este Consejo Ciudadano Asesor del Gobierno del Estado, me voy a permitir, ya el señor Gobernador lo esbozó, simplemente cómo quedarían algunos de estos puntos formalizados ya en un acuerdo que el señor Gobernador firma para la instalación oficial de este Consejo, el cual tiene como objetivo principal el desarrollo y la consolidación de la industria aeroespacial, a través del análisis de las propuestas surgidas dentro de este Consejo, de los sectores público, privado y sector académico.
El Consejo tendrá por objeto, primero, fungir como órgano de consulta y de apoyo para las empresas relacionadas con el sector aeroespacial y el Gobierno del Estado de Nuevo León".
-Mensaje del C. Secretario de Desarrollo Económico, Lic. Eloy Cantú Segovia. Durante la Instalación del Consejo Ciudadano Asesor del Gobierno del Estado para el Desarrollo de la Industria Aeroespacial, en la Planta FRISA WYMAN GORDON, Santa Catarina, 22 de Julio del 2004-


"Rayando el Sol...
Tumbando Unos y Estrellas..."

"Para que queremos escalas en la luna si para llegar a Marte, la Tierra..."
-Graffitis en el museo de sitio de la Estación Espacial Internacional-


"Que chiquita es la Sierra,
que pequeño es el Mundo,
y qué divertido es el Universo".
-Refrán-


"Cuando vayas al espacio
haz un recuerdo de mí".
-Canción, los Astros de China y Lucero Norteño-


“Cuando eleves tu mirada
al cielo y al infinito
y veas brillar los astros,
mi alma estará contigo”,
esas fueron las palabras
de aquel viejo arrepentido."
-Corrido, Viejo Arrepentido. Los Impostores de Nuevo León-



Para los habitantes de Nuevas Colonias y las miles de áreas metropolitanas que no aparecen en los mapas terrestres.


Nuevas colonias. La última frontera.



Existen sectores periféricos de las ciudades que no aparecen representados en la cartografía de la tierra y prefiguran avanzadas coloniales en el espacio exterior.
En medio de terrenos marcianos o lunares hay casas fabricadas y armadas en serie con menos espacio interior que una estación orbital de la serie Mir; en lontananza, a veces espejismos, las antenas palpitantes de telecomunicaciones evocan paisajes urbanos del sistema solar nativo y hay manchas de césped siempre verde y brillante que parece natural.
No pocas calles y carreteras de estas poblaciones desembocan en la nada y las estrellas, que están al alcance de la mano; seguido, las disfuncionales familias colonizadoras se reúnen para contar historias acerca de su Madre, La Tierra: sobre las urbes nodrizas situadas a miles de años luz.
Cuando alguien se comunica con alguna de estas constelaciones del área metropolitana, las voces suenan como de otro tiempo, del más allá o de otro mundo. Se cruzan, fugazmente, en la transmisión, señales que ya no vemos y no entendemos: diálogos de programas cómicos de la televisión albanesa, manifiestos de todo tipo transmitidos por la vieja red internet, saludos de radioaficionados enviados con tecnología de Punta Chueca, Sonora.
Varias veces hemos visitado esos sectores fronterizos para ver a nuestra hija y nos sorprende la calma de sus habitantes, su paciencia ante la gravedad cero y la falta de sol en el horizonte.
Al parecer, la gente de La Tierra se acostumbra pronto a que le den facilidades en situaciones límite. Por eso, cada vez son más los individuos y grupos que no dudan en tramitar su crédito de vivienda interestelar, abordar los transbordadores económicos de manufactura china o brasileña y esperar la cuenta regresiva para incendiar las naves. Además, el fondo social para la preservación de la vida humana asume periódicamente todos los gastos de transporte y adaptación de cuotas de colonos.
Tampoco es insignificante la cantidad de individuos que elude los retenes siderales y las volantas interplanetarias por problemas con las leyes del sistema solar o de quienes por simple afán de aventura parten sin autorización: todo con el fin de participar en la Conquista de la Estratosfera.
Desgraciadamente, muchos de estos últimos mueren congelados, pulverizados o de hambre y sed antes de llegar a su destino. Hasta los que logran cruzar más allá del Cinturón de Asteroides pueden ser deportados o condenados al exilio en alguno de los tantos planetas prisión, aunque es un secreto a voces que fuera de la zona franca del Sistema Solar, la Metrópoli relaja los controles y de vez en cuando otorga amnistías individuales o colectivas.
Los menos, en esta carrera hacia la periferia, son individuos de tribus como Los Dogon, Los Pamoranos y los Guaykura-Guararé, quienes se amparan en la siguiente fórmula mítica: "Nuestra gente, La Gente de La Tierra, no se va, regresa" y reivindican ser primeras naciones de las estrellas por usos y costumbres.
Los primeros son mayoría en rincones del universo despreciados por muchos como Sirio A y Sirio B, mientras que a los segundos no se les ha podido desalojar de Venus y sus inmediaciones, planeta que administran como zona franca de casinos, aduanas, comercio y contrabando. Los Guaykura-Guararé se cuecen aparte porque los podemos encontrar dispersos en casi cualquier colonia de la periferia estelar, pero siempre dentro de los límites de la Vía Láctea; por creencias atávicas nunca van más allá de lo que ellos denominan su matriz o nodriza: la Galaxia Mantarraya.

Desde luego, en estas comunidades las condiciones de vida son extremas para todos, o por lo menos difíciles. Una coca cola en lata o un periódico impreso son cosas de ciencia ficción. Durante nuestros dos últimos viajes no había café ni sal en el cuadrante en el que nos hallábamos. Los colonos se disculparon con resignación afirmando que los últimos contenedores de esos productos se habían terminado días antes y que tendrían que esperar al próximo transbordador de suministros, el cual tardaría meses en volver de alguna de las plataformas espaciales internacionales operadas por Halliburton y Wall Mart Co.
El espacio vital es también una preocupación y problema. La conocida frase "entre más lejos en el espacio exterior, menos espacio interior", se comprueba fácilmente en estos sectores. Aquí todo está miniaturizado en relación inversamente proporcional a la distancia que la población tiene de La Tierra. condición lógica si tomamos en cuenta las grandes distancias que privan en la noche de los siglos.
No obstante, para los espíritus cosmopolitas y con cierto interés mito poético u antropológico, son sectores fascinantes. Los niños y niñas juegan a la guerra de las galaxias o los caballeros del zodiaco, se venden reguladores psicotrónicos por radio frecuencia y se escuchan ritmos de todos los rincones de la galaxia: grupos vallenatos originarios de Planeta Rica; versiones de rolas oldies como “Eye in the Sky”, de Alan Parsons Project; además, música tradicional de las ciudades madre: los Satélites de Reyonsa, los Cometas de Laredo, los Luceros de Terán y los Atómicos de Baja California Sur.
Desde luego, encontramos viviendo en la colonia más insignificante gente de muchos pueblos del tercer planeta. Durante nuestras visitas hemos conocido a una mujer Saharaui, casada felizmente con un laborioso pigmeo del Kalahari; ella tiene dos hijos, uno de su primer matrimonio con un estadounidense y el segundo fruto de su relación con el africano. En su casa son comunes las ruedas de la cumbia y el prender la vela. También departimos alegremente con una joven de sangre Tahína que tiene fe en los reguladores psicotrónicos y es editora del periódico Milenio Estelar.
Tampoco es extraordinario toparse con individuos de algunas etnias que se creían extintas en las naciones del Planeta Madre; personalmente, hemos conocido mujeres Caribes, Huachichilas y Afrochichimecas, así como niñas Altaico Cyberianas de la primera migración con ascendencia tribal Tuarake.
Y lo mejor está por venir: generaciones completas han nacido ya en las Nuevas Colonias, por lo que étnica y legalmente son alienígenas; lo mismo podemos decir de aquellos bebés que cumplido el año pueden pasar a residir en el espacio exterior, según las estrictas regulaciones de la Federación Estratosfera (Fed Ex). Estas últimas camadas no son ni de aquí ni de allá y empiezan a dejarse escuchar, a años luz, reivindicando la doble identidad planetaria.
Este estado de la cuestión sobre la vida alienígena puede parecer algo paradójico pero en realidad es natural que los primeros extraterrestres con los que nos topamos sean de ascendencia directa homo sapiens, porque desde el siglo XX concebimos la vida del espacio exterior a nuestra imagen y semejanza.
Nunca buscamos vida extraterrestre diferente a la de nuestra secuencia física y bioquímica, sino un espejo. Recordemos la devoción con que los científicos de las primeras misiones a Marte buscaban agua o vestigios de hielo en el planeta rojo. De hecho, alguien muy sagaz comentó, en la infancia de la era espacial, que al buscar vida fuera del planeta, en realidad buscamos saber quiénes somos; o como dice un anciano recién emigrado a las estrellas, junto a sus ancestros: No buscamos conquistar el cosmos sino ensanchar el solar de nuestra infancia, regresar a Ella y Ella se llamaba La Tierra.

Ensayo de autobiografía espacial. Avance primero en el marco del proyecto: Experiencias espaciales de los habitantes terrestres

Houston-Baikonur (Texas Khazajastha), Diciembre 2008.
Parte 1. El barrio, la cuadra. Las casas, San Nicolás centro.

1.1. El barrio: hogar interior.

La primera casa que recordamos estaba ubicada en el centro de San Nicolás de los Garza, Nuevo León; para llegar a ella teníamos que recorrer, desde la calle, un pasillo estrecho de vecindad. Era un hogar con vigas de madera y techo de lámina del que siempre evocamos, la acústica de la lluvia: sonido recurrente que todavía nos generan calma, sosiego. Sobre este espacio pensamos ahora que “estar dentro del mismo era estar doblemente adentro”, porque de la calle teníamos que penetrar al interior de la vecindad para luego poder estar dentro de casa, se trataba de una sola entrada con una salida.
Esta casa la habitaron después una tía y un tío recién desempacados del rancho. No recordamos su fachada ni ningún otro detalle de la misma, aparte de las vigas y el techo mencionado.
Ahora bien, desde esta casa y vecindad, cruzábamos la calle rumbo poniente para entrar por otro pasillo y visitar la casa de unos primos. Esto último nos era especialmente grato porque el patio de ellos conectaba con otro patio muy grande y semi abierto -estilo rancho- que tenía un gigantesco mezquite al centro; en las ramas de esta árbol dormían varias gallinas.

1.2. El barrio: casa sobre la calle Hidalgo.
La segunda casa vivida estaba ubicada sobre la calle Tapia, para estar en su interior no teníamos que pasar por otras cinco o seis casas apiñadas a lo largo de un pasillo estrecho. Ahora que recordamos esta nueva condición pensamos que implicó un pequeño “ascenso socio económico” para la familia, porque primero habitamos en la última casa de una pequeña vecindad (“el espacio del rincón”), luego pasamos a vivir en una casa cuya puerta principal daba a la calle; además, tenía ventanas con cristal, una pequeña barda de adorno y estaba pintada con colores vivos al frente (rosa o marrón).
La transición de una casa a la otra era casi casi como salir de una suerte de cueva, pasar de la oscuridad a la luz, etc.
Este segundo hogar
tenía un patio pequeño interconectado con otro gran patio donde jugábamos y confluían –como en espiral- los patios de otras casas. De este espacio recordamos gratamente la hora del crepúsculo, especialmente por el olor y sabor de las gorditas de harina recién hechas y frijoles molidos caldudos, así como por el despliegue de algunos árboles contra el anochecer, y el planear de la lechuzas, aves a las que temíamos y admirábamos reverencialmente porque “son mujeres, son brujas”; sobre estos seres siempre se nos advirtió que no les silbáramos, ni mucho menos les gritarámos “Ven por chile y sal”, porque lo primero significaba hablar su lengua y hacerlas enojar, mientras que lo segundo era una fórmula verbal para invocarlas. No obstante, como nosotros eramos muy valientes, siempre que veíamos una lechuza cruzar los cielos de esa casa –casi a diario- le gritabámos mentalmente “Ven por chile y sal”; esto último era con tanto enfásis y de forma tan recurrente que recordamos esa voz, como si en verdad dijeramos la frase al exterior, a los cuatro vientos. En fin, para propóstios de este escrito, pensamos que tiene que ver mucho con las sensaciones evocadas en el espacio vivido; en este caso, evocaciones con el más allá, el inframundo.
De esta casa, a diferencia de la anterior, recordamos que estar adentro no implicaba arrinconamiento, sobre todo porque por la puerta de la cocina se podía pasar –al mismo tiempo- hacia afuera (de la casa) y hacia el patio y la interconexión de patios que confluían en otro gran patio o semibaldío, tierra de nadie y de todos, en la cual desplegábamos andares y juegos infantiles.
En el contexto de los anteriores espacios vividos, recordados, eran de importancia capital las calles: su estructura, linealidad y orden; será por eso que, como en un sueño, recordamos cuando las máquinas empezaron a pavimentarlas, esto fue algo significativo; además, la calle de la segunda casa iba a dar directamente –rumbo poniente- a la fábrica de Industrias Automotriz Sociedad Anónima (IASA), donde trabajaba mi padre, mientras que –rumbo oriente- se daba vuelta a una esquina, para asistir a la escuela primara; es decir, en línea recta y luego formando una pequeña escuadra teníamos las fuentes de trabajo y de estudio. Durante las tardes, a veces esperaba a mi papá, que se acercaba caminando desde el poniente, cuando volvía del trabajo.