segunda-feira, fevereiro 18, 2008

"Las palmas, esas almas paradas..."

Viajamos hacia el futuro e irremediablemente miramos como se desplazan rumbo al pasado el caserío y el páramo...

Entonces nuestro primo, el maestro Afrochichimeca Maorí de Cerro Prieto dice -como entre suspirando y rezando-: "Las palmas, esas almas paradas..." Luego añade en un tono profano: "Los maquinistas respetan a las palmas cuando andan desmontando terrenos o haciendo brecha; y eso es cosa de ellos: no es porque se los ordenen los arquitectos o jefes de obra, ahí está la prueba". Dice esto último mientras señala palmas intermitentes en el campo y cruzamos la guarda raya de Nuevo León con Tamaulipas.
Nuestro primo habla y enseña con la verdad, nosotros hemos visto esa práctica mágico religiosa en el mismisimo corazón de las ciudades; por ejemplo, cuando se realiza una gran construcción los albañiles y maquinistas se las arreglan para reconfigurar el trazado y creación de la obra en función de la sobrevivencia de las palmas; como si el gran espíritu con el dedo oculto de su misterio les señalara no hacerles daño.


*Aunque para ser objetivos preciso es decir que dicho comportamiento atávico aplica también para los mezquites y los huizaches.

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