segunda-feira, novembro 09, 2009

Crónicas de territorio continental. Manzanas y carne de oso.

Lo que más nos sorprende de Chihuahua es algo simple, su cielo azul y el sol: su luminosidad. El aire tiene una transparencia que permite inundaciones de la luz de una forma clara, sosegada. Tenemos cuatro días aquí y no deja de maravillarnos. Ahora entramos a un café y vemos la puesta de sol por las ventanas. Es increíble hallar tan diferente un elemento como el sol, en dos tierras y ciudades tan cercanas: Monterrey y Chihuahua.
-Crónicas de viaje-



Vivíamos en la colonia Roble, San Nicolás de los Garza, Nuevo León, cuando se apareció Eloy invitándonos a trabajar a unos ranchos lejanos. Le decía a nuestro padre -de una forma por demás confiada y efusiva-: Manuel, estoy buscando gente para ir a pizcar manzana en Cuauhtémoc, Chihuahua. Se gana muy buen dinero y es nada más una temporada corta; si no te quieres despegar de tu familia te los puedes traer, también hay chamba para ellos.
Manuel López y Eloy Morín parecían tenerse confianza: bromeaban, bebían juntos y platicaban largos ratos; Morín vivía a dos cuadras de nuestro hogar y había sido supervisor de papá en la fábrica de Industrias Automotrices, S.A. (IASA).
Nuestro padre era comerciante ambulante, en ese entonces, y pensó la propuesta de aquel amigo, pero aunque este le insistió una y otra vez, una y otra vez, siempre le contestó que no: Aquí estoy muy a gusto con mi puestecito de tacos, ¿qué voy a hacer a una tierra lejana y desconocida, donde dicen que hace tanto frío?
Un día de invierno papá nos sacó de nuestros juegos y nos llevó a la cocina para sentarnos alrededor de la mesa, traía en las manos envuelto algo, lo colocó al centro y lo desenvolvió; luego exclamó en tono ceremonial y orgulloso: Aquí tengo un pedazo de carne que me dejó Eloy antes de irse, me pidió que se las diera a probar, es de un oso que fue cazado en la sierra de Chihuahua. A continuación cortó cuatro pedazos y los repartió entre los tres hermanos más grandes y nuestra madre. La carne era algo dura y muy gruesa pero sabía bien; sin embargo, lo que más recordamos de aquel trozo es el sabor y conciencia plena de un territorio llamado Chihuahua, de sus montañas, de su gente.

Del señor Eloy Morín ya no volvimos a tener noticia, papá cuenta que desapareció y nunca volvió. Nadie sabe si sigue con vida, murió en la quema o está preso. Nosotros, cada vez que volvemos a probar carne de oso y escuchamos una vieja balada nos acordamos de él:

Se oyó la voz de R1
un domingo en la mañana
cuando le dijo a su gente:
“Vamos a pizcar manzana
ahí les dejó un anticipo
y nos vemos en Chihuahua”

En la prensa publicaron
por medio de una embajada
que en un rancho del desierto
allá en Búfalo, Chihuahua
había diez mil toneladas
de la famosa manzana.

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