quinta-feira, abril 21, 2011

Recuperación de Old timer en Parral. Crónica de compras étnicas de pánico en el sur de Chihuahua

Caminamos por Parral.
En una talabartería adquirimos una lezna estilo inuit para agujerar cuero y luego poder coserlo; además, retazos de piel de fauna nativa, de animales de tierra adentro e, incluso, de alguna bestia de ultramar.
En un puesto frente a la plaza principal le compramos un cd de música ritual gurojía a un tarahumara de Sisoguichi.
En el mercado nos agenciamos un litro de miel de abeja y conseguimos unos guajes que se dan en las estribaciones de la Sierra Madre Occidental, ya habíamos visto en el Triángulo Dorado estas plantas (convertidas en sonajas rituales tepehuanas-raramuris), pero la vendedora añadió que las tenían porque sus semillas eran buenas para el pulmón, padecimiento muy común en los mineros de la zona. También en este sitio, por fin pudimos comprar un “nortenchiles”, juego de madera perforada muy popular en algunas comunidades del sur de Chihuahua.
Después adquirimos una calcomanía que dice “Las Nieves, Durango, el eje del Mundo”; esta la compramos porque hace dos inviernos quisimos ir a este pueblo y Villa Ocampo para recorrer la Patria Chica de Nellie Canmpobello; sin embargo, la familia de Nydia hizo bloque y nos advirtió: “Nosotros no les quitamos la intención… Ustedes saben… Pero en esos pueblos no hay ley, nada más oscurece y a quien anda en la calle lo detienen y lo revisan y lo investigan ¡te pueden desaparecer y ni quién se entere!, sobre todo si no son de allí. Ahora ustedes traen cámaras, computadoras y credenciales de Monterrey, tantito peor”. Total –contrario a nuestra costumbre- nos metieron miedo y lo único que podemos rescatar hasta la fecha es esta calcomanía. Ya habrá tiempo de volver a Las Nieves en otra época de menos vampiros norteños.
En contraesquina de catedral compramos dos aguas de frutas. Aquí, la adolescente que nos atendió cantaba un corrido alterado que sonaba en el aparato de sonido del negocio; la ya típica canción norteña sobre caravanas de trocas, lanzagranadas, decapitaciones y sicarios muy valientes perseguidos o protegidos por el ejército. Le comentamos a la chica que nos atendía: "¿Le gusta esa canción porque se la sabe, verda?" Respondió con una sonrisa angelical: "Es mi preferida porque habla de un amigo mío". Haciéndonos los sorprendidos exclamamos “¡Uhhh, nosotros que pensábamos que esas rolas eran de a mentiras!”. A lo que añadió calmada y sin dejar de reír: “No, son verdad”, al tiempo que nos daba el cambio.
Finalmente, adquirimos una navaja pequeña de la marca old timer, después de estar comparando precios en varias tiendas, en el curso de dos visitas (la del invierno pasado y esta primaveral). Esta última adquisición era una pequeña deuda fetichista con un primo muerto de General Terán. Reynaldo, el difunto, me visitó una vez con papá cuando vivía en Hualahuises; de eso ya hace más de quince años, en el milenio pasado. Estuvimos platicando y cuando manipulé su navaja old timer me la regaló, así nomás, de ver la fascinación que causaba en mi ese objeto. Poco después Reynaldo se volcó junto con su hijo en un camino de Terán; ambos murieron. La navaja, alguien me la robó de un pequeño altar de objetos preciados que tenía en Hualas, siempre la quise recuperar pero son objetos que no se dejan de ver ni atrapar fácilmente; de hecho, esta que compré en Parral es más pequeña que la de Reynaldo pero causa la misma sensación en las manos y en el alma. Por cierto,
de las cosas que perdí (sacrifiqué) en Hualahiuses está era una de las más preciadas, las otras fueron la traducción de “Tierra de hombres” mecanuscrita por la amiga y mecenas Alicia Salinas, un fósil de amonite encontrado en la presa Cerro Prieto, un cráneo de puma que me regaló un niño de Rincón del Salto, Villa de Santiago, Nuevo León, y una taza de barro hecha en el ejido San Francisco Tenamaxtle, de Linares. Pero estos últimos objetos son parte de otras historias fetichistas prácticamente irrecuperables.

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