quarta-feira, janeiro 03, 2007

La venganza del Yeti (el abominable hombre de las nieves)

"Porque la nieve está caliente", Sueños, de Akira Kurosawa

Consumieron avalanchas de nieve durante el fin del verano y ya bien entrado el otoño.
El pronto se dio cuenta de que ella perdía la cabeza y la mirada por la nieve. Se iba y venía varias veces con la nieve, en la nieve y por la nieve; cuando ella saboreaba nieve no lo escuchaba, ni lo veía, tampoco lo amaba. En realidad no veía ni escuchaba ni amaba nada del mundo con nieve en los labios. Esto último a él –profundo observador de la naturaleza humana- no le importaba o le importaba muy poquito.
Claro, tenían sus sabores preferidos en cuestiones nivales. La de chabacano del Kurdizthán le recordaba a ella un árbol de su pueblo que hundía sus ramas en el cielo de su tierra. Él, evocaba a sus compañeras muertas, las combatientes afganas, con la nieve de cereza negra del Caucaso. Coincidían en el gusto por la de manzana con canela, afirmaban que provocaba ascuas y tenía un no se que, qué que se yo.
La mística y el compromiso político de ambos con los glaciares eternos era claro, inquebrantable: cuatro pasos para atrás y dos para adelante si son, en la nieve. Todo el poder al pueblo de las nieves. El tercer milenio será el milenio de la nieve o no será.
Reían, reían mucho mientras platicaban, caminaban y compartían nieve. Se recreaban a cada paso en estallidos de nieve. Gestaban sonoras carcajadas en movimiento deslizando sus cuerpos por la nieve
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