quarta-feira, junho 20, 2007

Viejos sueños re encontrados al principio del solsticio

Febrero 2005

Empezamos a planear por cañones de la Sierra y así llegamos a tierras del Noroeste: sobrevolando lomeríos, cañones, colinas, abras.

El viaje aéreo finaliza frente a un gran relieve costero que tiene figuras grabadas en proporciones gigantescas. Una de las figuras parece ser la de un hombre.


11 o 12-III-05

Recorremos una suerte de tienda. Buscamos y comparamos precios de bolsas, de mochilas, pero no nos satisfacen la gran cantidad de precios ni la gran cantidad de modelos.

A punto de abandonar el sitio encontramos apilados varios tapetes.

Palpándolos y viéndolos con cuidado descubrimos que se trata de la mochila ideal que no puede ser vista más que en sueños. Es una suerte de hamaca-saco-bolsa-back pack. Se puede cargar lo mismo como un saco militar colgado de una correa o ajustado de los dos hombros. Tiene también una forma ovalada que recuerda, al mismo tiempo, los bultos mortuorios de la gente de la tierra y de las montañas azules y las hamacas que realizan los indios Farotos o Fiesteros.

Es de color ocre, textura ruda pero ligera, una mezcla de ixtle, cuero curtido y una suerte de vinil ultra resistente.

Y lo más grandioso es que tiene grabada pintada la efigie de Kocopelli.

Lo único es que su costo es muy alto, vale 740 doláres.

Las redes del mercado global y las compras étnicas de pánico se filtran hasta la época del sueño.


Invierno 2004-2005

Visitamos -o empezamos a vivir- en la casa de una colonia nueva, situada por el rumbo de ciudad universitaria; más o menos, a la altura de donde se encuentra el estadio Gaspar Mass.

Es un desarrollo de viviendas de interés social moderno y confortable; algo así como un infonavit utópico.

Estamos sentados en una sala, viendo pasar por la puerta -como en un sueño- los autos sobre la avenida Fidel Velázquez y ¡de pronto! nos hallamos en el exterior, junto a una de las viviendas, en una especie de baldío. Discuto algo muy pesado con alguien. La posibilidad de un mal antiguo.

El temor a algo muy fuerte que nos tiene emplazados.

En eso estamos cuando descubrimos un hoyo en la tierra y alguien mete sus manos, o se introduce en él y saca dos bultos de huesos de coyote. Una de las osamentas está completamente seca, limpia. La otra, es también una maraña de huesos pero aún húmedos, sanguinolientos, con algunos trozos de piel, pelambre y huellas de sangre. Al sacar los bultos al aire libre, los contemplamos y tenemos certeza de lo que representan. Descansamos. Nos sentimos libres, tranquilos, fuera de peligro. Una amenaza oculta, el emplazamiento termina y al despertar, durante todo el día, descansamos. Descansaremos por inviernos.

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